martes, abril 10

Palabras Tristes

Ayer por la tarde, en medio de la impetuosa lluvia que arreciaba cada cierto tiempo, y que amainaba cada cierto instante; ayer, en esa tarde, las palabras entristecieron y se contrastaron en medio de los lugares correctos que surgían en medio de mi descuadrada memoria; las imagenes que se cortaban entre la desaparecida mañana se hacían polvo y añicos en medio de un ambiente húmedo. Aquél vibrar mató la lluvia, y así como dejó de llover, la historia dejó de ser por un breve instante. Aquella vibración mató esperanzas y entristeció palabras.

Recriminé al cielo el ennegrecerse con tal presura, el lagrimear con tanto ahínco, sin embargo se calló cuando las palabras entristecían en medio de los ojos que despachaban fulgores desentendidos, entre el rocío frío y el silencio congelado. En medio de ilusas canciones, la tarde nacía y con ella moría el legado de la mañana absurda y esteril. Esasa han sido mis palabras, falta conocer las suyas, que imagino habrán entristecido igual que las mías... o por lo menos se condolerán del pesar de las frases que delimité ayer en la tarde, que sí hacía frío; que si se sentía frio por aquí.

El silencio se fue acallando a medida que recordaba la instancia eterea en la que a medida que desvanezco, me protejo, me amparo y me resgurado; será entonces que me sentí en casa de nuevo, a medida que tu recordabas cuanto tiempo ha pasado desde aquél día que iluminabas las praderas, de la misma manera me percataba de que el mundo es demasiado grande para quedar y encontrar. Lo que demasiado encuadraba se salía del lienzo, lo que demasiado parecía con velocidad impetuosa desaparecía. pudiera ser que llegaba el ocaso, cuando recordé quién soy... y sentí pena por él.

Las nubes mágicamente se habían disipado con rapidez, en el cielo se dibujaban ilusorias figuras que se contoneaban con el soplar de la brisa, el murmullo de los árboles se hacía audible en medio de las calles de la ciudad del Caos; y todo se volvió tibio y agradable, los pasos se acercaban a medida que yo me alejaba y dejé correr la tarde. La dejé ir para que consolase a las palabras que ayer por la tarde entristecieron, y tristes, así como estaban, se fueron.

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