viernes, abril 13

Viento Ligero

De repente la tarde se ha ennegrecido, en lo alto del cielo, oscuros nubarrones amenazan con romper la quietud vespertina; la gente se reune en aquel sitio oscuro. Llueven las palabras como manto taciturno, en la atmósfera el aire liviano y tibio acoge a los caminantes; mientras llueve por fuera, por dentro se oyen peticiones.

A menudo los seres agachan la cabeza, cierran los ojos y piensan; mientras tanto sollozan, y las lágrimas salinas descienden por entre las desquebrajadas paredes del olvido. De sus labios emanan extraños e imperceptibles murmullos que se pierden a medida que respiran. Flores de plástico se amilanan a las ramas muertas de un árbol; surgen conjeturas, pues una vez conocida la muerte y el cese de la respiración, se cuentan los días para atrás, no se desea oír más, solo el suave canto que desgarra a la muerte, el canto de la noche, cuando todos los seres son inmortales; pues en la noche, todos los seres son iguales.

Y, toca la punta de mis dedos, un ángel que no es ángel, trastoca mi tranquilidad, y vale la pena caer con ella en ese abismo que se desdibuja delante de la iglesia principal. En su rostro hermoso se congregan el universo y el infinito; en sus oscuros ojos sin brillo, parece que mi congoja y la de mi alma se perdieran; y en medio de su tibi alma, confortable y agradable, muere mi agonizante alma; la que se funde en mi espacio, la que se aleja más de mi. En su hermoso rostro, donde se funden el universo, el infinito y mi alma finita... ha dejado de llover

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