lunes, abril 30

Frío como tu alma

Cada uno, todos o después aquellos que mueren, los que te ven. Los que habitan el silencio, los que te hieren, los que te ven; aquellos que viven, que sonríen y suspiran, los que te ven. Aquellos que se hacen ceniza, aquellos que son viento, los que te ven. Los que te aterran con sus cuentos de terror, nosotros que nos estamos perdiendo en un absurdo, los que ya no te sentimos. Solo los demás te ven

Te diste cuenta, existe una luz, la luz del faro que encienden aquellos que son buenos; te percataste del brillo que te condujo que te apoya que se deshace de la oscuridad que te rodea, te diste cuenta de la apoteosica luz de las almas que ríen y que hablan. Te diste cuenta y te aprovechaste de aquellas energías tan sutiles. Te bebiste cada pequeña lágrima amarga y envenenada, cada órgano oscuro, cada suave comparación de realidad, la lluvia y toda la confianza que se lleva el viento y el alma diluida. Revisaste el talón que mata a Aquiles, te serviste de la serpiente que mata la fe y el sentimiento. Hallaste el iceberg que hará y congelará lo que preexiste.

Aceite y agua, viva imagen indisoluble e ininteligible. Date cuenta ahora que el silencio que se hará entrever de entre nuestros corazones no hallará tu agusanado músculo palpitante, ni tu ala rota que raya en el olvido y la indiferencia será curada por las manos cálidas de los que te abandonan. Oye el suave canto que trae el viento del sur, esa melodía fría y penitente. dime tan solo una cosa ¿Escuchas el sonido de la desolación?.

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