lunes, marzo 24

Medusa

Esta noche la górgona se siente sola otra vez, las sierpes que nacen en su cabellera le muerden el rostro y su escamada piel no puede sentir nada; mantiene los ojos cerrados, ojalá y alguien se acercara a preguntarle el porqué de su soledad; más nadie se ha acercado a ella en siglos.

Acurrucada en el rincón más oscuro de la gruta que se forma en las rocas, mira como la luz de la luna recorre a medida que las horas van pasando, y ella, envuelta en fantasías llora lágrimas pétreas, lágrimas que le producen intenso dolor. A menudo odia sus petríficos ojos que hacen que cualquier mortal quede convertido en una escultura sin vida, odia su imagen envidia la hermosura sin embargo no hace más que lamentarse de su propia naturaleza.

Oye el tiempo correr como todos los días, como todos los meses, como todos los siglos que se ha rendido a su soledad, se dedica a ver a las estrellas cuando ya está aburrida de pensar y pensar, de masturbar su mente sin ninguna remuneración. Y se odia a mi misma, por ser el terrible mounstruo de leyendas. No tiene recuerdos más que gritos inconclusos, temores ajenos, ruidos de pasos que la atormentan, ella solo los llamaba, y se fueron convirtiendo en piedras a su paso, nadie ha escuchado su voz, y alguna vez quisiera que alguien la oyera hablar, balbucir su pesar, expresar su emoción.

Esa noche la górgona oyo nuevos pasos, más altivos, más suaves, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro dragontino, corrió al encuentro de aquél que había venido en su búsqueda, el corazón le palpita, la inercia de su respiración agitada se hace más frecuente, y ve a lo lejos una silhueta, la silhueta invisible de aquél que había venido a liberarla.
-Perseo, sé que eres tú -dijo cerrando los ojos- Puedo sentir tu divino aroma, ¿eres alto y apuesto? ¿regordete? ¿Perseo eres tú que a venido a sacarme de mi tormento? Acaso vas a liberarme de mis pesos y penas, Perseo, adelante, tengo los ojos cerrados llévame contigo...