Eso, lo que te llama por las mañanas, lo que te revela su figura y se abre paso a empellones, lo que pasa a través de la distancia, el tiempo y el espacio; eso, aquello que de vez en cuando aparece y brilla, aquello que en efímera discordancia desaparece tras tus pupilas... eso.
Eso que con alma de perla resucita en tu fe, reanima las esperanzas, aquello que nadie necesita, el segmento sarcástico de aquella sonrisa; eso, lo que te abandona y te deja ser -Lo que se pierde en el mar, y lo que resalta en el cielo -Pudiera ser aquello que te susurre algo al oido, o que tal vez sople en tu pelo. Eso, lo que te ayuda a cargar la tormenta después de la desaveniente lluvia que moja tus sencillas emociones, eso que refulge a través de tus ricios ojos; eso podría ser, lo que a lo lejos se divisa como canto, lo que parece que estuviera metido en medio del frío matutino y el desdén nocturno. Eso... aquello que a la fantasía se parece.
Aquello que es, no conoce de nombres, no conoce de sombras, no conoce del cielo y menos del infierno. No conoce de ti ni de mi. Aquello que vive, no sabe de absurdos, no sabe de música y no sabe de Dios; aquello que está en medio del silencio... eso, ahí se queda y no vuelve, aquello que te mueve será lo que te explique.
Aquello que en tus ricios ojos se esconde, es mi alma que se pierde y en el temple se contiene; eso, aquello que me lleva a tí...
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