viernes, septiembre 3

La mujer que amaba a Leonard Cohen

Recurrentemente el frío, después ladridos, después silencio.

Media hora, tiempo que sucumbe a designios absurdos; los aviones, el ruido, el horror en la mirada de quien espera la muerte.

Conoce aquél cuarto, ha andado esos suelos y todo lo que supo alguna vez del amor lo aprendió de un extraño. Ahora todo parece haber terminado, su mirada recorre los extraños derroteros que dibujan las esquinas de una habitación cenicienta que exhala frío y tiniebla.

"Es difícil tomar de la mano a alguien que ha alcanzado el cielo solo para rendirse"

Sus pulmones se contraen con el aire viciado de soledad y espera; duelen, sangran, aguardan por ese parloteo extraño de palabras prestadas que inundan los cuadernos antiguos de cuando era niña; las palabras de alguien más que ahora inundan sus pulmones de líquido denso y y ceroso; catorce minutos, el tiempo está signado.

Era una niña, hasta hace unos instantes era una niña, jamás logró descubrir lo que hace que una persona se convierta en adulta; una niña con los ojos desorbitados por los ataques de dolor que acometen cada cierto tiempo, una niña pequeña de rostro avejentado con la piel que emana ese olor a antigüedad... ese frío de escucharlo, asentir con la cabeza su poesía, intentar alcanzar las notas de la guitarra con una garganta desgarrada por los ataques de tos sangrante.

Los momentos finales de la vida parecen estar signados por una especie de frío en los huesos, no hay temblor, no hay esa sensación en la piel... solo un pequeño rumor horroroso dentro del cuerpo; y ella respira con dificultad, respira con amor incondicional. Ahora la caída se produce con una inenarrable ausencia de vértigo, un golpe seco casi inaudible... como su voz, grave, profunda, sentida... la voz de un aleluya ancestral.

Se aleja entonces en un siniestro aullido de fuga, su pecho acoge todas esas canciones que no hablan de amor, el único tesoro que le dejó un hombre extraño se libera en el último segundo de oxígeno que le queda... y no quedan palabras para describir cosas como el amor, las cadenas y esas cosas que no se pueden desatar.

Alguien alguna vez le dijo que esa no es la forma de decir adiós.

domingo, mayo 16

Oruro

Oruro es el andén 2 de la estación de buses, en la que se aglomera la gente, un nauseabundo olor a Diesel quemado, voceadores que aclaman las salidas y vendedoras de Linasa con empanadas.

Pero oruro es un espejismo.

jueves, marzo 18

Marzo

Ella es penuria en la distancia y mañana es solo un día que viene después de ayer,
hoy es el nombre que ella le da al olvido.
según ella soñar es caer.

Ella tiene un alma lastímera y un arma encasquillada, y la lastiman las contracturaciones de su ombligo, y los estertores de vida que le cortan las entrañas cuando ama.

Ella se llama guitarra de Harrison en una canción de los Rolling Stones,
yo la llamo por su nombre que tantas penurias ha causado y que a falta de un aciago destino, es un horóscopo sin premoniciones.

Su nombre es soledad cuando camina por la Perez y mira a los transeuntes correr entre los automóviles, su nombre es sueño a las 10 de la mañana, y por la madrugada me llama a su guarida para mostrarme los astros agonizantes que respiran en ella, su nombre es verano en el incesante blandir de los vientos en Abril.

Otoño es su luto de los acordes de un nocturno de Chopin,
incertidumbre es el nombre que le da a los destinos. y camina por calles que no desembocan en ningún lugar, vias que comparten un solo aire.

El frío es una diadema que cuelga de su cuello, que quema su pecho y le hace compañía,
ella es sonrisa que va de canción en canción, de cajetilla en cajetilla,
es el humo y el vapor, el húmedo calor de los árboles que gritan su noche por los nombres.

A su biblia le llama maleficarum, a los sacrilegios les dice rezar,
a mi desesperada espera le dice paciencia,
a fumar le llama almorzar.

El aire de su ausencia se llama tierra,
el espacio que habita se llamá jamás.