miércoles, abril 23

La Mujer que No Envejeció

Esa es la imagen que recordaré en la promesa de un amanecer que está lejos; cada silencio, cada palabra que se traduce en el complejo de ángulos insertos en la óptica de mi memoria. Esa es su imagen, ese es su latido que se extendió en la eternidad del tiempo, en ese mínimo instante en el que nos convertimos en uno... allá donde no existía más el tiempo.

Y el tiempo vendrá a agolparse en mi, me dibujará las líneas que se acostarán en mi rostro con el pasar de los días, y por consecuencia cesará el palpitar y ya no sentiré aquello que me arrebató abril en su otoñal mirada de cinco minutos -cuando la vida se hizo eterna en cinco minutos-. Así sin ningún reto, más memorias se irán formando, más memorias se concebirán en algún lugar del espacio donde no-se-qué, en algún resquicio escondido del lugar donde no estoy. Y algo no morirá, porque ella no envejeció; lo sabré cuando vea su rostro en mi lecho de muerte, ese rostro que no fue un futuro, su faz que será la misma lozanía que habré conocido toda la vida. La belleza que no se hizo una anciana hermosura en la promesa de un amor que renazca cada mañana. Aquella mujer que amo; aquella que no envejeció a mi lado.

martes, abril 15

Imagen del adios

El viento a kilómetros de distancia te lleva sola en la lejanía, te cierra los labios y te escucha cantar una canción que es un canto turbador y silencioso. Me ves desde tu escondite que ahora es el infinito, me haces las mismas señales que me hacían reir, y en tus ojos pueden verse ahora pequeños retazos del cielo donde te buscan las demás miradas -mas tú no estás ahí- Te esparces por los ramales de cada imagen que te mira desde dentro, que nos hace verte ahí, donde ya no estás.

Tu viento, en ternura, apagó la estela que nos circundaba hace tiempo atrás, estela que nos hacía visibles en las tardes de sábado en que tu sonrisa inolvidable se hacía cada vez más brillante; tu viento en soledad te susurra ahora mis palabras al oido, te dice que no te olvido, que no te pierdo. Y todo lo que puedo decir se pierde entre las hojas agonizantes de este abril otoñal desde donde te espero, donde espero que vuelvas a sonreir una vez más. Pero tú no vuelves.

En tu voz puedo presentir el silencio y la calma de tus labios encarnados; en tu visión puedo sentir y ver que no te veo, que veo el límite verdoso que te lleva lejos en la distacia, que te escapa como nosotros escapamos alguna vez; y se me escapa tu fugáz hálito que me mira desde el espejo, donde alguna vez soñe hallarte cuando mis imágenes se convertían en mis huesos; estos huesos que ahora desean seguirte en la estela que describe tu cintura, en la suavidad de tus manos que me acariciaban el rostro, o en el brillo marrón de tus ojos abiertos de par en par, tal como lo hacías antes de suspirar en el silencio acuoso de la frontera azulada.

La montaña se tiñe en cantares de oscuridad plateada, en caminos y atajos que desencadenan mi tristeza que es además la tristeza de las hojas, que te recuerdan caminando a mi lado tomando mi mano con tus dedos alargados; y la melancólica luz que ahora me ilumina no te iluminará más cuando estes caminando por la senda oscura a mi lado, buscando un lugar donde habitar, un lugar al cuál pertenecer, un lugar donde el frío se hace fuego que te espera en silenciosa paciencia.

-mi paciencia que te dice que te espero-

Vos eres la imagen del adiós, te pintas en cada arteria que palpita con fuerza en mi recuerdo abrumado; y desde el amanecer me hablas, diciendome que lo que quiera que signifique la constelación del cielo en tu nombre, significa tu presencia sempiterna en un retazo de mi alma; en un retazo donde crecen las flores de papel y las estrellas modulares. Sé mi propia despedida y yo seré la tuya cuando puedas hablarme en el silencio.

Eras, eres y serás... que estés bien donde quiera que estés; espérame al otro lado de la membrana.

lunes, abril 14

Saenz para una Despedida III (Ven)

Ven; yo vivo de tu dibujo
y de tu perfumada melodía,
soñé en la estrella a que con un canto se podría llegar
-te vi aparecer y no pude asirte, a turbadora distancia te llevaba el canto
y era mucha la lejanía y poco tu aliento para alcanzar un fulgor de mi corazón
-el que ahora estalla ahogado por alguna lluvia compasiva.


Ven, sin embargo; deja que mi mano imprima inolvidable fuerza a tu olvido,
acércate a mirar mi sombra en la pared, ven una vez; quiero cumplir mi desdeo de adiós

viernes, abril 11

Saenz para una despedida II (Como una luz)

Llegada la hora en que el astro se apague, quedarán mis ojos en los aires que contigo fulguraban.

Silenciosamente y como una luz

reposa mi camino

la transparencia del olvido.



Tu aliento me devuelve a la espera y a la tristeza de la tierra,

no te apartes del caer de la tarde

-no me dejes descubrir sino detrás de ti

lo que tengo todavía que morir.

miércoles, abril 9

Saenz para una despedida I (Eres Visible)

Permaneces todo el tiempo en el olor de las montañas

cuando el sol se retira,

y me parece escuchar tu respiración en la frescura de la sombra

como un adiós pensativo.




De tu partida, que es como una lumbre, se condolerán estas claras imágenes

por el viento de la tarde mecidas aquí y a lo lejos;

yo te acompaño con el rumor de las hojas, miro por tí las cosas que amabas

-el alba no borrará tu paso, eres visible

jueves, abril 3

Visión

En la mirada efímera que me circundaba
-me mirabas- y yo te miraba con curiosidad
En la oscuridad de una tarde que terminaba,
-como tu tarde y la mía- nos encontrabamos de nuevo
a solas-

Al lado del partir de aquellas imágenes rehechas
-sin mirarte te miraba- y me veías
increpabas mi mirada con tus ojos puros
y desde el silbido de la ciudad te escuchaba
mientras me veías en silencio

Y nada -esperando tu llegar imaginé tu imagen-
te vi caminando en la cercanía, en el mar de rostros.
Y viéndote llegar comencé a palpitar entero
-porque te ví mientras me veías-
y mientras no me veías te esperaba