miércoles, junio 13

Amanece

Son las 3 de la mañana y te extraño; me preparo un café y prendo un cigarrillo, te veo en el humo, y pareces feliz. Estuve pernoctando por extraños lugares que aparecen justo cuando salgo al jardín, ciertos lugares que se derrumban cuando recuerdo tu rostro; quizás sean las flores que mueren, pronto será invierno. La noche es clara, el cielo se ilumina de un solo astro fatuo y sin luz, pero que brilla; las estrellas rutilantes se imponen en un azul oscuro; más todo se nubla, es el único argumento que me queda para seguir determinando lo que defino como tristeza.

En noches como esta -que ya se han hecho costumbre- la tristeza me toma suavemente en sus manos pequeñas y frágiles como porcelana fría de la peor calidad; a instantes pareciera que me mece y me marea, después me arrulla con canciones de luna, y la luna desafina. Duele no ser invisible, arde no ser invencible; cuando guardo silencio, me parece escuchar pequeñas explosiones que se suceden una a una en mi pecho, para luego llegar la respiración artificial, y un sentimiento que es más puro que aire de taberna. Cuando guardo silencio, todavía puedo escucharte.

Entonces alejándose de la mañana, llega el silencio para hacerse frío, jugueteando por los jardines del lugar -jugueteando con mi alma- y mientras tanto tu humo me acompaña, mientras tanto tus uñas no se cansan de rasgar la plenitud de cada momento; y más allá, un tanto lejos nuestro, muere cada desairado minuto en que mi alma intenta hacerse sol; que sobre las palmas nosotros volamos, de dos en pareja, de pareja tan solitaria, hechos uno.

Recuerda entonces, que eres ironía, que caes lejos de las gotas del rocío matutino -que no ha llegado el amanecer- recuerda que caes, que te alejas, que me llevas; que te introduces en esta patética danza de a dos por fe, de uno menos vos, de yo mas mi soledad, de nosotros entre uno. Y entonces el ánimo cae y cae tan a fondo que explota, y llega el torbellino que se esfuma con mi energía. Recordando el raro arte de la autocompasión, parece que ya no regresaré. Mi alma muerde, me muerde y además sangra.

Camino ahora, a tientas, y ya no importa mucho que yo piense en ti, aunque parece que no regresas, porque la distancia es fuerza y tu distancia le impele más fuerza a la nostalgia, si estuvieses tan solo un segundo. La luz se aleja, sin intentar tomarla por silenciosa e ilusa, tu luz, que toma otra mano y continúa de frente al precipicio; y yo no salto, el sonido estalla... hay muchas cosas en las que habitas, mientras te olvido, te veo, tus ojos claros me sonríen aún... y me duele. Y el sonido se convierte en luz

-amanece-

2 comentarios:

Paola R. Senseve T. dijo...

Tienes tres admiradoras :)

Albanella, Melissa y Pao..
Por unos cuantos minutos tuviste nuestra entera atención. Nuestros ojos se pasearon por tus letras y disfrutaron el sabor que les dejó.
Tristeza y profundidad.

Un beso...

Raúl dijo...

Pao, Melissa y Albanella, pues, gracias, es muy pero muy grato para mi... (este... ahora dónde puse las palabras de agradecimiento?) mil gracias!