domingo, mayo 6

Espero en la densa niebla

El delirio febril ha cobrado sus víctimas de un viernes por la noche, un concierto vespertino se dejaba caer entre la oscura y anaranjada tarde de la ciudad; ni una nube, ni un resquicio de locura por los apotemas fríos de la urbe paceña, nada, así no más es... los sollozantes humanos de las calles olvidadas del olvido dejaban ver sus tristes rostros cada tanto y cada que podían... y se les regala unos pesos -Olvida aquello que se pierde entre círculos diseñados- Las latitudes de nuestro mundo justifican la existencia de ciertos momentos; momentos declarados muertos dirás tú... yo les llamo historias aunque ya no respiren por mis heridas cuasi-cicatrizadas.

Clamando algo de piedad se fue el sol, llegó la noche, clara y brillante; una luna por demás azul, un manto oscuro lleno de estrellas tan cercanas que casi se podían tocar... ¡Qué brillo y que magia! que cosas tan bellas se destilan de tus etilicas noches ciudad de fantasmas. A lo que me respondiste, es tarde joven casi niño que no has vivido, que sabes tú de fantasmas, si no has conocido a los poetas que mueren sin conocer un solo ápice de aquello con lo que tu sueñas. No hables pequeño niño envejecido, pues no te escuchas a ti mismo las bobadas que se forman en tus delirios. Tu mente se construye de imágenes, de gruñidos, del frío de esta noche, vé... ¿qué haces deambulando por mis noches?.

Así, la clara noche que se cerraba entre los andes, se mantenía alejada de mi, porque no he vivido dice, porque no quiero salir de mi burbuja, no será que el vidrio de mi vida se empañe de nuevo y no me deje ver claramente lo que me depara mi propia vida... será que llego, será que vivo... será que me atrevo.

Y de noche caminando las fui a esperar, la niña con pies de bailarina... la Paolita... Esa chica con ojos color jade, la Steff, y lo demás entre el mundo se dejó caer, se dejó ver el velo... ya rasgado porsupuesto, por la suerte de la risa que las funde, o que las acerca a mi vida. Que las acerca a mí... y que las hace brillar -aunque brillan solitas las condenadas- ¿qué será? me pregunto, mientras me despido. Niñas tontas... no saben que las quiero mucho

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