sábado, mayo 12

Efecto doppler

Tu sonido se mantuvo encendido por cada latido de este cansado corazón que recuerdas, más no se desaucia todavía; efecto dominó se le llama, pero parece que al final todo es igual. Reaccionamos entre las luces encandiladoras, donde los lugares acaban de ser aclarados. Ahora te llevo, te veo y nos encontramos en el sonido, el sonido es palabra, para tus labios o para la pluma.

Quiero saber, o tal vez conocer, más o menos escuchar y pudiera ser que quiero ver, pero no estoy del todo seguro. Mis ojos se niegan a obedecer, o creo que se han acostumbrado a la oscuridad -Midriasis automática- que no responden tus labios a las cuestionantes de todo el mundo real, a tu realidad subjetiva, a mi propia realidad. Tu realidad es perenne, ya lo sé, tu realidad es dueña de una descarga imbuída de energía amarilla, azul y blanca. Hija del viento púrpura y pequeño animal de ciudad, enfermos de neurosis fina y locura complementaria. Una longitud de onda desacreditada, buscando felicidad. No me ayudas.

Despedida obligatoria, me despierto pensando en unas cuantas cosas -es inutil no despierto- y parto con demasía en pericias complejas. Así, es cierto he olvidado decirte cuánto resuenas en el registro de la infancia perdida. Sigo hablando, sigo diciendo sin decir, te sigo llamando y no me contestas, me voy, me despido, adios te digo; y un café... solo por si acaso, tal vez se te antoje volver.

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