sábado, noviembre 3

Mis disculpas (la disolución del hechizo)

Mis muertos se han ido, se han llevado con ellos mi silencio y esos ligeros espasmos que me atacaban por la espalda. Mis muertos ya no me miran, ya no me buscan y ya no me toman de la mano para elevarse en el infinito espacio -los muertos que no extraño- sus frías e insensibles caricias desaparecen de mis costras. Mis cicatrices ya no han sangrado.

Mis muertos se han ido, me han dejado con las uñas rotas, con las rodillas rasmilladas, con los ojos deslumbrados, con la espalda magullada; mis muertos se han ido y resuenan sus gritos en mis oídos. Han escapado de sus etereos momentos, han sucumbido a sus deseos de inmortalidad. Yo solo quería ser libre.

Nada de lo que sucedió ha sido una mera casualidad, nada, quizás solo una pequeña efigie de la desolación -o de nuestro anhelo de satisfacción- y aquellos tenebrosos movimientos de la agonía -esta es la hoja que quiero- Muertos que escapan, muertos que se van y que prometen volver (que vendrán y visitarán mi casa) mis muertos se han ido, pero no es lo mismo cuando vuelven después de dejar de ser.

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