lunes, febrero 11

Iridiscencia

Aquella mañana decidí abrir mi pecho (rip it out) desgarrar la piel y que sangre un poco; aquella mañana no encontré más que escarabjaos retorciendose entre acabados estertores de mi respiración oblicua e innecesaria. Entre un tremendo ardor que me carcomía las uñas, sentí y oí mi propia voz ladrando, e indagué en mi vientre pensando cabizbajo... era el mismo dragón comiendose mis entrañas... y nada.

Aquella tarde esparcí mis ojos por las calles, los exprimí con fuerza para no encarar al espejo otra vez, miré con detenimiento mi imagen de resignación, continué caminando (jamás necesité la misericordia de nadie) y mis pasos eran seguidos por olas inexistentes... o sea nada.

Aquella noche aspiré el humo pesado, denso y magalomaniaco, corrí las cortinas una y otra vez, y no vi más que el solo reflejo de las estrellas en una noche nublada, nada, yo era un insecto buscando redención.

Aquella noche morí otra vez, y en una estela cansada olvidé mi alma, por las esquinas de mis ojos, confundida en la noche, vi una libélula que se creía polilla, taciturna y escondida (escurridiza) emulando sueños cons sus marrones y redondos ojos, disimulándose entre la polvorienta piel metálica de un universo cerrado... y escondida; me enamoré del opaco color de sus alas invisibles, porque estaba escondiendome yo también...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entonces es mejor perder la lógica Raul, o perder algo, ecribiendo, perder la escritura, la mano, el mundo...


Un abrazo

Azael dijo...

eras tú, entre las cortinas, viendo como hacen los expertos en esconderse. eres capo amigo eh, un abrazo... a tu inspiración pero más a tu esfuerzo